domingo, 6 de noviembre de 2011

¿Colgados en las redes sociales? Entrevista al magistrado Emilio Calatayud

El magistrado que obligó a aprender a leer a un chaval analfabeto como “condena” por un robo sigue demostrando que es posible la simbiosis entre la ley y el sentido común.

Vuelven a saltar las alarmas, con la Ley del Menor como telón de fondo. Ahora, por la sentencia sobre “el Cuco”.Cíclicamente surgen situaciones terribles en las que participan menores, y, además, en este caso han llamado la atención las maniobras defensivas de los letrados. Debido a esas circunstancias, lamentablemente, crece el sufrimiento de la familia de Marta, pero se trata de casos esporádicos, rarísimos. Muy poco frecuentes.

¿Por qué tanto clamor, entonces?En eso tenemos que hacer examen de conciencia todos: las familias, los profesores, las instituciones, los jueces y, por qué no, los medios de comunicación. Se tiende a no ver el otro lado de la ley de menores.

Alerta usted a menudo sobre los efectos perniciosos de una “sexualización” precoz.¡Es que es una auténtica barbaridad! Han hecho mucho daño esas campañas de las administraciones que alientan las relaciones sexuales tempranas. Vivimos en la contradicción. El Código Penal establece que la edad mínima para mantener relaciones consentidas son los trece años, y, sin embargo, con esa edad no puedes darte de alta en Tuenti. Una cría de doce puede acceder a la pastilla del día después, pero no ser testigo en un juicio. Hay mucho que arreglar.

No se ven muchas campañas contra esas brechas legales.Es verdad. Yo elevaría la edad mínima para mantener relaciones a los catorce años, la misma que está establecida para poder contraer matrimonio. Urge redefinir lo que es un menor, porque hemos perdido el norte. Por alentar la precocidad en el entorno del botellón se están produciendo muchos casos de abusos sexuales. Aunque hay cosas que no son nuevas. ¡Ya Platón pidió una ley que prohibiera beber a los menores de dieciocho años!

¿Vienen estos desajustes de que en España hemos avanzado demasiado deprisa?En buena parte. Yo llevo treinta y un años como juez y me harté de escribir sentencias con la Olivetti, el papel calco y el galguito. Parece que es la prehistoria, y sin embargo no hace tanto. Hemos pasado del autoritarismo a los padres “colegas”. De hecho, lo único bueno que yo he detectado en esta crisis (lo único, insisto) es que, como muchos padres han vuelto a casa, chicos que andaban por ahí sueltos están regresando a la escuela. Y en familias donde antes se les decía que sí a todo a los niños por la sensación de que no se les dedicaba tiempo, ahora se les están poniendo límites.

Hace unos años me alertó sobre la necesidad de que los ordenadores estén solo en el salón de las casas, para proteger a los chicos. ¿Qué hacer ahora, si ya todos tienen internet en el móvil?En esto vamos a peor. Empezamos a tener problemas de droga con los ordenadores, y lo estamos detectando en denuncias de padres por malos tratos de sus hijos. Cuando indagas, detrás está internet. Si la familia trata de limitar su uso al chaval, la renuncia a esa adicción desencadena una rebeldía impresionante.

Es verdad que están perpetuamente colgados de las redes sociales.Y cuando no tienen eso a su alcance pueden llegar a perder el control. ¡Es un auténtico síndrome de abstinencia! Aún no nos hemos concienciado de la magnitud del problema.

¿Qué sentencias recientes ha dictado? ¿Alguna singular o novedosa?Todas están en la línea de las que ya recogí en el libro “Mis sentencias ejemplares”. Hemos establecido una red de servicios, gracias a empresas colaboradoras, y ahí canalizamos que los chicos hagan cosas útiles. Desde septiembre, muchas las estamos encauzando en campañas de Navidad a través de Cáritas o Cruz Roja.

¿Sigue estando contrastado el potencial de corrección o reinserción de este tipo de medidas?Son las más adecuadas y, a menudo, efectivas. Yo digo que una cosa es que se cometa un delito, y otra, que se sea un delincuente. Voy más allá: ¿quién no ha cometido un delito alguna vez?

¿Nos enfrentamos también a que los chavales de hoy son más inmaduros?Es que lo son. ¡Cuando he dado clases en la Universidad han venido padres a hablar conmigo! No les damos ninguna responsabilidad. Los vemos más altos y más guapos, pero siguen siendo unos críos con edades a las que nosotros éramos ya unos señores. Afortunadamente, el Erasmus se ha convertido en la mili de ahora. “Qué bien le ha venido”, me dicen algunos padres. Pero la verdad es que volver a poner la mili no estaría nada mal.

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